La verdad y nada más que la verdad

El impacto de la comunicación mediática sobre la participación democrática.

6 de Febrero de 2018

En los últimos años, los desarrollos tecnológicos y la liberalización de los mercados de medios han impulsado un enorme cambio en los medios y la comunicación, lo cual ha venido acompañado de profundas implicaciones sobre cómo las personas se mantienen informadas, cómo interactúan entre sí y cómo participan en la vida pública.

El acceso a Internet y a los teléfonos móviles está aumentando rápidamente. Mientras que solo el 13% de la población de África usa Facebook, esta cifra creció un 810% en el periodo comprendido entre el 2010 y el 2017. Podemos observar patrones similares en otras regiones, lo que sugiere un cambio significativo en la forma en que las personas obtienen información y se relacionan con los demás.

Los efectos de estos avances no tienen precedentes: desde facilitar el activismo político más allá del día de las elecciones, hasta la intromisión extranjera en asuntos internos, la difusión descontrolada de desinformación y la desinformación que desata la polarización política, incluso la corrosión de los sistemas democráticos establecidos.

Un medio de comunicación libre e independiente juega un papel central en una sociedad saludable: brinda acceso a la información, hace que el poder rinda cuentas y ofrece plataformas para el debate y el diálogo. Cabe preguntarnos si a medida que la tecnología y las plataformas a través de las cuales fluye la información cambian, debemos pensar en los efectos de estos cambios y preguntarnos cuáles son las implicaciones para la paz, la gobernanza inclusiva y la cohesión social.

En muchos países, los mercados de medios se han liberalizado, se han producido rápidos cambios en las TIC y han proliferado los medios de comunicación. Sin embargo, también ha aumentado el potencial para que los medios apoyen el discurso de odio, exacerben el conflicto y reduzcan la responsabilidad política.

Aunque las redes sociales han creado oportunidades positivas para conectarse e interactuar, también han creado una serie de problemas, desde intimidar a niños y adultos a través de Internet, hasta violaciones de la privacidad, acoso y robo de identidad. Incluso las empresas escanean cada vez más a sus empleados y candidatos y sus actividades (y opiniones) en las redes sociales.

Los ejecutivos de las redes sociales están conscientes del desafío. En 2018, Facebook contratará a más de 10,000 personas solo para trabajar en la seguridad y protección.

La proliferación de plataformas digitales ha dificultado, en algunos lugares, que los gobiernos controlen el acceso de las personas a la información, reduzcan su derecho a la libertad de expresión y limiten la libertad de prensa.

Sin embargo, hoy dos tercios de los usuarios de Internet del mundo viven bajo regímenes de censura gubernamental y la libertad en Internet en todo el mundo disminuyó por sexto año consecutivo en 2016. Los temas sujetos a restricciones digitales incluyen críticas a las autoridades, exposición a la corrupción, movilización pública, discusiones sobre religión y defensa de los asuntos LGBTI.

Más Estados usan su poder para intimidar a sus  opositores y, como resultado, aquellos que no están sujetos a una censura formal basada en el poder del Estado pueden autocensurarse si los riesgos parecen demasiado grandes. Incluso en contextos donde no hay censura, los analistas ahora están notando los efectos perniciosos en nuestras sociedades de nuestra creciente capacidad para personalizar nuestro consumo de medios, reduciendo deliberadamente el rango de información y puntos de vista que son contrarios a los propios.

Las redes sociales han facilitado que las personas se movilicen por una causa, dentro y fuera de las fronteras nacionales, y estimular los movimientos de masas. El movimiento #MeToo se ha extendido a través de países, idiomas y sectores, impulsando a millones de mujeres y hombres a hablar sobre sus experiencias de acoso sexual.

Otras campañas de promoción progresivas han sido más deliberadas y organizadas, como la campaña de redes sociales "World We Want" organizada por la ONU como parte de las negociaciones sobre la Agenda de Desarrollo Sostenible 2030.

Las redes sociales pueden movilizar a miles de personas en línea y facilitar la protesta organizada, convirtiendo rápidamente una reunión espontánea en un movimiento grande y organizado. Las redes sociales desempeñaron un papel en la rápida desintegración de los regímenes en Túnez y Egipto, y las estadísticas muestran que durante la Primavera Árabe, el número de usuarios de redes sociales, en especial Facebook, aumentó dramáticamente, sobre todo en aquellos países donde se produjeron levantamientos políticos. Como dijo un manifestante, “utilizamos Facebook para programar las protestas, Twitter para coordinar y YouTube para contarle al mundo”.

Los medios digitales y sociales también están transformando la conducta de la política formal. Permiten que los políticos lleguen a millones de personas sin costo alguno y que los debates políticos sucedan en un espacio virtual sin la amenaza de una confrontación cara a caca.

El uso de las redes sociales, incluido Twitter, para enviar mensajes políticos y comentar eventos nacionales y mundiales en tiempo real y sin el beneficio de control editorial, corrección de hechos o asesoramiento equilibrado ha cambiado el rol y la naturaleza del discurso político.

Las nuevas aplicaciones de software (bots) permiten operaciones altamente repetitivas (por ejemplo, retweeting de los mensajes de los políticos para inflar el número de seguidores) para crear una ilusión de popularidad e influir en la opinión pública.

Si bien la Unión Interparlamentaria (UIP) ya ha publicado algunas pautas para los parlamentarios, se necesita considerar mucho más en términos de orientación y comportamiento apropiado en la esfera política.

En resumen, las transformaciones en el acceso de las personas a los medios, la información y la comunicación seguirán teniendo consecuencias positivas y negativas para la gobernanza. Si bien la velocidad del intercambio de información y las nuevas formas de comunicación pueden generar beneficios democráticos, económicos y sociales, también pueden conducir a la polarización política o a un conflicto social o empeorarla.

Ciertamente, no es evidente que en muchos contextos estos cambios hayan conducido a una sociedad más informada, capaz de acceder a información confiable, puntos de vista equilibrados y una pluralidad de voces y debates.

Los medios libres, independientes y plurales, incluidas las redes sociales, siguen siendo esenciales para una sociedad abierta e informada. Pero lograr que este mundo más conectado también sea más democrático sigue siendo uno de los desafíos de gobernanza que necesitamos enfrentar urgentemente.

Este artículo fue publicado originalmente en Inter Press Service.